sábado, 4 de diciembre de 2010

El antiguo Iztacalco. Un lugar poblado desde antiguo

El antiguo Iztacalco

Un lugar poblado desde antiguo

Pueblo, república de indios, parcialidad, estancia, municipio, ayuntamiento, departamento... Iztacalco ha conocido muchas formas de administración a lo largo de casi siete siglos de una historia que ha ido siempre de la mano con la evolución de la ciudad de México. 

La delegación Iztacalco, hoy plenamente integrada a la vida económica y social de la ciudad, está establecida sobre los terrenos comunales de varios pueblos vecinos, como Santa Anita Zacatlalmanco, la Magdalena Mixiuhca y el mismo San Matías Iztacalco, poblaciones indígenas que sobrevivieron a la Conquista que la ciudad española trató de la misma forma que los conquistadores trataron al resto de los naturales, con una mezcla de condescendencia y desprecio.

Originalmente un islote situado donde se unían los lagos de Chalco y Texcoco, Iztacalco fue recordado en diversos documentos como uno de los últimos sitios que tocó la peregrinación mexica antes de fundar la gran Tenochtitlan. Después sería una estancia de la misma metrópoli, a la que abastecía de diversos productos provenientes del lago y de la agricultura intensiva de sus chinampas. Como comunidad rural pasó al gobierno colonial, que intentó aprovechar la organización social y administrativa indígenas para establecer el cobro de tributos y la división territorial. 

Pero a finales del siglo XVIII, la legislación cambia para tratar de integrar a la población indígena a la sociedad novohispana, de la que hasta entonces había estado segregada. Paradójicamente, el primer intento formal de integración significaría, a la larga, la pérdida de territorios comunales a los que estaban ínfimamente ligados el carácter agrícola y las costumbres de Iztacalco y otros pueblos similares. En menos de cien años la ciudad terminó por absorber totalmente a los pueblos más cercanos, entre los que estaban, al sureste de la urbe, Iztacalco y sus vecinos más próximos: Santa Anita y la Magdalena Mixiuhca. Sin embargo, la invasión encontró una fuerte resistencia de los pobladores a diluirse en el nuevo orden impuesto desde fuera. A pesar de ubicarse junto al núcleo político y económico del país, mantuvieron hasta tiempos recientes una autonomía económica, social y religiosa frente al orden urbano, que terminó por absorberlos. La paulatina extinción de la condición rural de las comunidades marcó los últimos años de historia independiente de los pueblos de la periferia de la capital. 


Primero fue la palabra 

Las referencias más antiguas que se conocen de Iztacalco están en códices y crónicas, todos posteriores a la llegada de los españoles, en los cuales se habla de este sitio en el que se asentaron los aztecas poco antes de fundar Tenochtitlan. 

Por la alta densidad mineral de las aguas de Texcoco, es probable que los habitantes de Iztacalco hicieran una industria de la extracción de sal, de donde vendría su nombre, derivado del náhuatl iztatl (sal), calli (casa) y el locativo co (en), que podría interpretarse como "en la casa de la sal" o "casas de la sal".

Como apoyo a esta interpretación del significado de Iztacalco, existen varios códices en los que el pictograma correspondiente es justamente un homo o filtro para la obtención de sal. El que aparece en el códice Mendocino es el mismo símbolo que en nuestros días sirve de emblema a la delegación. 

Miguel Othón de Mendizábal citó la explicación que daba Gumersindo Mendoza sobre el funcionamiento de un filtro como el mencionado: 

... arriba de la casa, una superficie cóncava sembrada de rayas pequeñas paralelas, representando... el tequesquite ... Otras rayas divergentes más largas se encuentran en el jeroglífico debajo de las paralelas, dirigiéndose a la parte inferior: tal vez representaban, en opinión de los indios, venas líquidas, o en rigor falsas vías por donde pasaba el agua al lejiviarse ésta. La filtración de esta agua aparece en el jeroglífico bajo la forma de dos gotas que caen sobre un recipiente colocado en el interior de la casa u homo: arriba de la superficie cóncava hay dos signos en forma de vírgulas, que son el símbolo de los vapores o humos [Miguel Othón de Mendizabal, Influencia de la distribución geográfica de Los grupos indígenas de México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, México, 1928, pp. 142-144.]

El corolario de esta interpretación es que se trata de una evaporación y una lejivación al mismo tiempo. La primera para separar las sales solubles de las que no lo son, sobre todo de la sal común o cloruro de sodio, que era la primera en depositarse.

Desde Hernán Cortés hasta cronistas posteriores -como Giovanni Gemelli Carreri, en el siglo XVII; Antonio de Ulloa, en el XVlll; y Antonio Peñafiel, ya en pleno XIX- coinciden en señalar la importancia que tenía localmente la extracción de sal y tequesquite. Este último se usaba, además de en la alimentación, en la fabricación de jabón, tintes y cerámica. [Norma Fernández Quintero, "Iztacalco colonial / Estudio histórico-artístico" (tesis), Colegio de Historia, Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, México, 1992, pp. 9-11. ] 

El nombre Iztacalco describe el lugar por medio de la actividad de sus pobladores. El paso de los mexicas por allí fue probablemente anterior, al salir expulsados de Culhuacan. Según algunas versiones, esta salida se debió al sacrificio de la hija del rey culhua. 

Ya en Iztacalco, según la crónica Mexicayotl, los mexicas 

"... hicieron allá luego la figura llamada Amatépetl zoalli; le dieron forma de persona, poniéndole cabeza, busto, brazos y pies, arropándole y arreglándole convenientemente, cantándole después por toda una noche allí en Iztacalco (el que entonó el canto fue el llamado tetzitzilin tlacatécatl de Culhuacan); por ello se adentraron en el agua, asentándose y permaneciendo en el lugar llamado Pantitlan. Fueron luego al lugar donde se asentaron, también dentro del tular, dentro del carrizal, donde dio a luz una mujer, hija y doncella de los mexicanos, llamada Quetzalmoyahuatzin, cuyo vástago era llamado Contzallan. En un día del estío, 9-viento, por su causa se llama ahora Mixiuhcan el sitio...." [Fernando Alvarado Tezozómoc, Crónica mexicáyotl, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México, 1975, pp. 60-61] 

Esta celebración podría ser la fiesta de los cerros, que tenía lugar en el decimotercer mes, y que, según la interpretación de Ángel María Garibay, sería una celebración de las conquistas, al relacionar las palabras tepehua (conquistador) y tépetl (cerro, montaña). Fray Diego Durán narra la fiesta de esta forma: 

"... ahí hicieron la fiesta de los cerros, que ellos tanto solemnizaban, por ser aquel su día, e hicieron muchos cerros de masa, poniendo los ojos y bocas; en fin, celebraron su fiesta lo mejor que pudieron, conforme al poco recaudo que tenían." 

Según Juan de Torquemada, el cerro estaba hecho de papel y la celebración era por su victoria sobre los xochimilcas y por haberse liberado de los culhuacanos. El mismo historiador añade que los mexicas estuvieron dos años en Iztacalco, mientras que Tezozómoc y Durán no dicen cuanto tiempo se quedaron.

También en el llamado códice Ramírez y en la Historia antigua de México, de Francisco Javier Clavijero, hay un recuento de este episodio pero, aunque no difieren grandemente de las fuentes citadas, lo interesante es que relacionan los lugares mencionados con las existentes en su época. En el códice Ramírez se dice que, después de bañarse en Mexicaltzingo,

"…pasaron a otro lugar llamado Iztacalco, que está más cerca de la ciudad de México, donde estuvieron algunos días; después pasaron a otro lugar a la entrada de esta ciudad, donde ahora está una ermita de San Antonio; de aquí entraron en un barrio que ahora es de la ciudad llamado San Pablo, donde parió una señora de las más principales de su compañía, por cuya causa hasta hoy se llama este sitio Mixihutlan, que significa lugar del parto". 

La siguiente noticia que tenemos de Iztacalco es sobre su gobierno bajo el imperio mexica, también proveniente del códice Mendocino, en donde se dice que Iztacalco, en tiempos de Moctezuma II, era parte de un grupo de poblaciones bajo el mando de "los caciques y principales de México", impuestos directamente por los señores de México "para el amparo y buen gobierno de los naturales", que se encargaban de recolectar los tributos "y para seguridad de los pueblos porque no se rebelasen". 

Iztacalco estaba, pues, bajo el mando directo de Tenochtitlan; en el códice Osuna se le llama "estancia", término que evocaba lugares dependientes de un gobierno ubicado en otro punto, según el sistema administrativo español que los conquistadores establecieron, aprovechando en gran parte el existente antes de la Conquista.

El término calpulli para referirse a Iztacalco resulta más ambiguo, pues aunque se sabe que los calpulli eran unidades territoriales y políticas que "funcionaban como unidades corporativas en distintos aspectos -económicos, administrativos, militares y ceremoniales- de la organización social", según la definición de Pedro Carrasco, también sabemos que podía designar desde las tribus nahuatlatas hasta "barrios o aldeas que comprendían un pequeño número de familias" . 

Carrasco continúa: 
El problema principal es que la misma palabra calpulli se podía aplicar a las distintas partes en que se subdividía la sociedad según sus distintos grados de organización territorial... Es como si en el México moderno usáramos la misma palabra para designar estado, distrito, municipio, pueblo y barrio.

Iztacalco y sus pueblos vecinos, situados en una zona de pantanos e isletas, formaba parte de una zona agrícola de la cuenca de México, en la que se usaban las chinampas, el método de cultivo más intensivo de Mesoamérica.

Para proteger el área de ciudades y cultivos fueron necesarias las albarradas o muros que servían de dique contra las inundaciones de agua salobre del lago de Texcoco, obras hidráulicas de gran magnitud, que requirieron un gobierno centralizado capaz de convocar a importantes masas de trabajadores, cuyo trabajo era también parte de los tributos. 

Sin embargo, las inundaciones fueron una amenaza constante, que perduró en la época colonial. Nuevamente fue la mana de obra indígena la encargada de resolver el problema, y entre los trabajadores empleados estuvieron los originarios de Iztacalco. 


*Nayar Rivera, En la casa de la sal, Gob. DF,Delegación Iztacalco.


 

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