lunes, 26 de octubre de 2009

A propósito de las plazas comerciales "malls" como la reluciente plaza que están construyendo en Calz. de La Viga y Río Churubusco: escapes para aspiracionales y emocionales.

Seguramente la gente ve plazas comerciales y se emiconan pensando "ya somos ricos" o "ya somos de primer mundo, como en Estados Unidos". Sin embargo veo con cautela estos negocios que impactan las zonas no siempre de modo positivo, tráfico vehicular, población flotante, incremento potencial de delincuencia, y peor aun uso de agua son aspectos que preocupan. En lo social afectan a decenas de pequeños negocios de la zona y entonces se pierden micro negocios o pequeños empresarios y se ganan empleados con sueldos castigados ¡ Vaya beneficio ! Así mismo y aunque no es plaza comercial, podemos ir despidiéndonos de la tiendita de la calle o del vecino pues ya estamos en época de deslumbrantes OXO's y 7Eleven, negocios que por su perfil en definitiva perjudicaran la economía, eliminando la posibilidad de gente que mantenga su pequeño negocio y teniendo por otro lado como empleados a gente seguramente mal pagada y explotada en los muy estadounidenses modelso de negocio como OXO y 7Eleven; y también padecerán fabricantes de dulces y productos de otras compañias o negocios de trasnacionales y compañias nacionales monopólicas como Bimbo, Barcel, Sonrics, Sabritas, no todo cambio es bueno, cambiar por cambiar no ayuda. Habrá que estar expectantes sobre los cambios, epocas van y vienen.

Catedrales del consumo

Son vistos como sitios de paseo y de entretenimiento para huir de la inseguridad y rendir culto al comercio


Thelma Gómez y Ramiro Alonso
El Universal
Lunes 26 de octubre de 2009
cartera@eluniversal.com.mx

Mercados, plazas públicas, parques y la calle misma son ahora sustituidos por un nuevo espacio de convivencia social. Los centros comerciales han rebasado su razón de ser. No sólo son los sitios en donde se rinde culto al consumo, al shopping. También se han convertido en los lugares de paseo y de entretenimiento para quienes huyen de la inseguridad y se sienten cobijados por aparadores y maniquíes.

En unos cuantos años, México se convirtió en uno de los reinos de los centros comerciales. El país es, después de Brasil, la segunda nación latinoamericana con más espacios de este tipo.

Según el International Council of Shopping Centers, hay cerca de 300 plazas comerciales que tienen más de 10 mil metros cuadrados.

Este ramo comercial también ha tenido una expansión importante en Colombia, Perú, Vietnam, China, Egipto e India. Este último país es un caso singular. En 1999 inauguró su primer centro, pero ahora tiene cerca de 150 y están en construcción 300.

Y aunque la crisis económica mundial ha detenido la construcción de nuevos proyectos, tanto en México como en otros países el boom que vivieron durante 2000 y 2008 ha provocado cambios importantes. Los grandes centros comerciales han moldeado el rostro urbano y la vida de millones de ciudadanos, sostiene la antropóloga Mariana Portal, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En 2005, Mariana Portal investigó el impacto social provocado por Plaza Cuicuilco, al sur de la ciudad de México. El estudio concluyó que el centro sustituyó, sin problemas, espacios públicos en los que tradicionalmente acudían los residentes de las colonias vecinas. Incluso, esos “viejos” espacios comenzaron a percibirse como inseguros y hostiles.


Modelo “made in USA”

Los primeros centros comerciales (malls) surgieron en Estados Unidos, a mitad de los años 50. Jorge Lizán, del International Council of Shopping Centers, explica que Latinoamérica fue la primera en acoger el modelo, pues las primeras plazas en la región datan de mediados de los 60.

A Europa llegaron en los 70 y, a diferencia de otros lugares, no se instalaron en el centro de la ciudad, sino en periferias. Actualmente, las zonas más activas en cuanto a expansión de plazas comerciales son Asia, Medio Oriente y América Latina.

En México, a partir de los años 80, empresarios comenzaron a apostar con fuerza a este tipo de formatos. De acuerdo con Bernardo Marines, director financiero de Planigrupo, los primeros centros comerciales en el país fueron Plaza Universidad, en la ciudad de México, y Plaza del Sol, en Guadalajara.

El boom llegó entre 2006 y 2008, lapso en que México pasó de 250 a 400 centros comerciales de diversos tamaños. La expansión ha sido en todo el país.

En Tijuana, con 1.6 millones de habitantes, los grandes centros adornan las zonas urbanas de reciente creación. Complejos enormes, como Plaza Monarca, constituyen el lugar de compra de miles de personas y también su punto de encuentro y recreación, señala Martha Lobo Rodríguez, coordinadora de Turismo y Mercadotecnia de la Universidad Autónoma de Baja California.

Jorge Lizán, del International Council of Shopping Centers, considera que los centros comerciales desempeñan una función importante:

“Se convierten en centro de reunión, de entretenimiento, donde acontecen muchas cosas diferentes”. Incluso hasta bodas, como sucede en Venezuela, donde una cadena de centros organiza, una vez al año, “bodas comunitarias”.

Hay quienes observan con más crítica el impacto de las plazas comerciales. En 1998, en su ensayo El Centro Comercial: una burbuja de cristal, el investigador Federico Medina Cano, de la Universidad Pontificia Bolivariana, destacaba el rol que comenzaban a jugar estos espacios, sobre todo en Latinoamérica: “Estas catedrales del comercio aglutinan ritualmente a grupos o a segmentos sociales y le brindan oportunidad al hombre urbano de pasar su tiempo libre y de llevar a cabo una vida colectiva (...) la costumbre de ir al parque, al teatro, al cine o al espectáculo deportivo, de reunirse con amigos y callejear la reemplazan por la actividad lúdica de ‘ir de compras’”.


El gusto por el “shopping”

Hay números que ilustran el éxito en México de las nuevas “catedrales”. Según el International Council of Shopping Centers, estos centros reciben entre 10 mil y 100 mil personas al día, todo depende del tamaño de la plaza y su ubicación. Tan sólo Plaza Delta y Plaza Lindavista registran, cada una de ellas, millón y medio de visitantes al mes, de acuerdo con el arquitecto Jorge Gamboa de Buen, director general del Grupo Danhos, empresa constructora y arrendadora de centros comerciales, la cual ha concentrado su espacio de acción en el área metropolitana del valle de México.

El grupo Danhos ha realizado estudios sobre el gasto de los visitantes a sus centros comerciales. Los resultados indican que un adulto gasta de 200 a 300 pesos en promedio, cuando visita una plaza en fin de semana.

Curiosamente, dice Gamboa de Buen, los visitantes al Centro Comercial Parque Tezontle, ubicado en una de las zonas más populares de Iztapalapa, gastan 30% más.

Según Efraín Israde, director de Nuevos Negocios de la firma consultora LatinPanel México, estudios realizados en el Distrito Federal muestran que tres de cada 10 personas acuden a un centro comercial, por lo menos, una vez al mes.

Además, una tercera parte de los hogares estaría dispuesta a pagar más si pudieran tener comercios donde puedan realizar sus compras de manera mucho más ágil.


Beneficiados de la inseguridad

De acuerdo con Efraín Israde, de LatinPanel México, los centros comerciales se convirtieron “en los nuevos puntos de reunión de la clase media mexicana que, además de buscar ofertas, entretenimiento e interacción social, buscan sobre todo seguridad”.

La gente tiene miedo de estar en las calles, reafirma Mariana Portal, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana. “Se habla mucho de cómo el espacio público constituye un lugar inseguro... y (los centros comerciales) se han constituido en espacios centrales, debido a que el centro de la ciudad se ha quedado tan lejos de muchas partes”. Las plazas comerciales son espacios donde “los adolescentes y preadolescentes, relativamente, pueden manejarse solos... los padres sienten que son un espacio seguro”, destaca.

Las empresas arrendadoras de centros comerciales saben que ofrecer “un espacio seguro” forma parte de su atractivo, por ello hay centros que invierten 10% de sus ganancias en seguridad, “algunos hasta más, todo depende de la zona y las características del lugar”, señala Jorge Lizán, del Internacional Council of Shopping Centers.

Paradójicamente, la inversión en seguridad incluye “entrenamientos para manejo de crisis, porque lo que puede pasar en un centro comercial es impredecible y variable... Puede pasar todo lo bueno y todo lo malo, desde un nacimiento hasta un suicidio o un ataque terrorista. El centro comercial, finalmente, es el reflejo de la vida en general”.

Para investigadores como María Portal, el que los centros comerciales sean los espacios de reunión, convivencia y entretenimiento trae consigo un impulso hacia el consumismo. “Hay un estímulo al deseo de consumir. La estimulación a la compra es muy alto, lo cual ha impactado a los sujetos. No sé si el meterse en esta lógica exacerbada del consumo sea negativo en el sentido absoluto, pero ciertamente tiene su impacto”.

(Con información de Ignacio Alvarado)

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