viernes, 5 de diciembre de 2008

CONDESA

NO ES DE NUESTRA ZONA, PERO ES ALGO MÁS DE LA HISTORIA DE NUESTRA CIUDAD....
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Ciudadanos en Red
4 de diciembre de 2008

CONDESA


Límites: al sur, la Av. Michoacán; al norte, la Av. Veracruz; al oriente; Tamaulipas; al poniente, José Vasconcelos (antes Calzada de Tacubaya).


Sus terrenos se fraccionaron a partir de 1602. Su primera propietaria fue Ma­ría de la Campa y Coss, Condesa de San­tiago de Valparaíso, casada con Miguel Berrio y Zaldívar, marqués del Jaral de Berrio, propietario de la cuadra en la que el escultor valenciano Manuel Tolsá encontrara un hermoso caballo que le sir­vió de modelo para su estatua ecuestre dedicada a Carlos IV. Este matrimonio tuvo una hija, Ana María de Berrio y Campa, quien casó con Pedro de Moncado y Branciforte, unión en la que vino al mundo Guadalupe de Moncado y Berrio, Marquesa de San Román. En 1867 falle­ció el último descendiente por línea di­recta de los marqueses del Jaral de Be­rrio. Sus propiedades pasaron a parien­tes un tanto lejanos quienes, años más tar­de, fraccionaron lo que fue hermosa ha­cienda.


Según el Cronista de la Ciudad de México, Guillermo Tovar y de Teresa, el nombre de "Condesa" procede de su propietaria, la tercera condesa de Mira­valle: doña María Magdalena Dávalos de Bracamontes y Orozco, esposa de don Antonio de Trebuesto y Alvarado, que era caballero de Alcántara. La hacienda comprendía lo que ahora conocemos por colonias Roma, Condesa, Hipódromo y parte de Tacubaya. El casco se hallaba en las goteras del pueblo y conocemos su antiguo aspecto gracias a una litografía, extraordinaria por cierto, que data apro­ximadamente de mediados del siglo XIX. Tenía una entrada común formada por dos pilastrones rematados por pi­náculos; a un lado, cuatro ventanas enre­jadas y dos puertecillas con sobria deco­ración a base de molduras, una de las cuales daba a un patio con arcos y la otra daba hacia la capilla que tenía un cam­panario y una cúpula preciosa. La troje se hallaba en la parte trasera, así como la huerta. Las diligencias y los arcaicos omnibuses necesariamente pasaban fren­te al casco. En el último tercio del siglo XIX, la finca fue adquirida por Dolores Escandón y Arango, quien la heredó a su hija, casada en 1911 con J. Gómez de Pa­rada. El casco fue completamente trans­formado y convertido en la imponente residencia que hoy  ocupa la Embajada Rusa.  

Manuel Payno decía del antiguo edificio que "en la apariencia y mientras no lo repongan y varíen los propietarios, nada tiene de notable, pero en el exterior es bastante cómodo y aseado;  tiene sobre todo un jardín lleno de exquisitas dalias, de hor­tensias y otra variedad de flores". Este jardín es mezcla de estilo italiano y francés. En la época de Porfirio Díaz era un palacete. Si hace cien años, cuando era hacienda, fue símbolo latifundista, al llegar a ser embajada rusa, la vida provocó una más de sus ironías. Las escri­turas públicas de la fundación de esta co­lonia están fechadas y autorizadas el 30 de diciembre de 1902. Vendidos los terre­nos de la que desde sus inicios fue zona residencial, se procedió a la introducción tanto de drenaje como del agua potable, tareas supervisadas por el Ing. Roberto Gayol.


A partir de 1904, Leandro F. Payron, gerente de la Compañía de Pa­vimentos, S.A., procedió a petrolizar las primeras 40 calles, subscribiendo el con­trato respectivo Víctor M. Garcés, repre­sentante de los vecinos. En sus inicios, la Condesa tuvo por límites - al norte, la Colonia Juárez; al sur,la Av. Michoacán y Río de la Piedad; al oriente, la Calza­da de Tacubaya (hoy Calzada José Vas­concelos).

Con los años, su enorme exten­sión se pobló dando origen a otras colo­nias como la Roma Norte, Roma Sur, Hi­pódromo e Hipódromo Condesa. Desde 1907 y debido al entusiasmo y aportación pecuniaria de Manuel Fernández del Cas­tillo, Lucas Alamán, José del Rivero, Miguel IIIanes Blanco, Dr. Carlos Cuesta e Ing. José Mondragón, con costo de $600,000 y con el proyecto y planos del excadete de Chapultepec, Ing. Alberto Robles Gil, se había construido la gran plaza de toros El Toreo, en terrenos de la Colonia Condesa, en la manzana ubicada entre las calles 12a. de Durango, Av. Oaxaca, 4a. de Salamanca, 4a. de Va­lladolid y la de Colima, de estructura metálica y de concreto armado, con ca­pacidad para la entonces fantástica can­tidad de 23,000 espectadores. En el costo estuvo incluído el del terreno y el de la construcción, la que en 1946 fue vendida en $ 7 millones para la desmantelación de dicha plaza. Los terrenos en donde es­tuvo la histórica plaza fueron adquiri­dos por el Palacio de Hierro para edifi­car una gran tienda departamental.  

Uno de los per­sonajes urbanos más interesantes de la Colonia Condesa es, sin duda, el Edificio Condesa, que ocupa toda una manzana, dividida en dos por una privada. Se ase­gura que fue la primera casa de departa­mentos elegantes construída en la capi­tal, y su edificación tomó 14 años al arquitecto inglés George W. Cook: de 1911 a 1925. A pesar de reformas, mutilaciones y la acción ininterrumpida de varias generaciones de inquilinos con pe­rros, gatos y niños, el conjunto se conserva sólido y armonioso. En planta baja y tres pisos, el edificio consta en total de 170 departamentos (originalmente eran 152, pero hace tres décadas los antiguos cuar­tos de servicio fueron convertidos en vi­viendas independientes) que dan a la privada o a las calles que encuadran la manzana. En el edificio, dicen los veci­nos, ni los temblores se sienten, gracias a los ciclópeos cimientos que Cook cons­truyó. Para fortuna de los actuales habi­tantes, el constructor era no sólo concien­zudo sino también anticuado: diseñó el edificio en un estilo que aún en Inglaterra ya había pasado de moda a comienzos de este siglo (por ejemplo, con hermosas bay windows, ventanas proyectadas al exterior que en Europa dejaron de usarse 50 años antes), pero que ahora gustan a quienes rechazan vivir en cubos de con­creto, aluminio y cristal.

Algunas cosas cambiaron a partir de 1954, cuando el edificio fue adquirido por la familia Cosío, inversionistas españoles que ya eran dueños del Frontón México y de la Plaza México, así como de un centenar de vecindades: el parque aledaño se trans­formó en lavadero de autos, las enreda­deras se marchitaron, los cuartos de ser­vicio fueron remodelados y se cancelaron las calderas de vapor, razón por la cual los propios inquilinos tuvieron que insta­lar calentadores de gas.



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